¿Te gusta que te inviten a fiestas o reuniones? Creo que en cierto punto nos hace sentir queridos y valorados, nos hace sentir que nos tienen en cuenta, que pensaron en nosotros y eso está buenísimo. Pero, ¿qué pasa cuando la invitación es peligrosa?
El pueblo de Israel (el pueblo de Dios) estaba acampando en Sitim cuando recibieron una invitación que no pudieron rechazar. Una invitación a algo así como una fiesta privada: mujeres (las hijas de Moab), música en vivo, alcohol, dioses… El cóctel perfecto para el pecado. Si te preguntas que pasó, te invito a leer la Biblia en el libro de Números, capitulo 25 (spoiler: no termina nada bien).
El pueblo habitaba tierras que no eran propias. Una invitación de los habitantes del lugar, de los «dueños de casa», no se veía nada mal. ¡Significaba que eran bienvenidos! El problema no fue la invitación, el problema estuvo en acceder a ella y ceder ante la tentación. Cedieron a una invitación que, quizás, parecía inofensiva al principio y terminaron pecando.
Vamos a tener muchas invitaciones en nuestra vida, algunas realmente inofensivas que aceptaremos y la pasaremos de diez, pero otras que quizás parezcan inocentes o solo divertidas y no lo sean en absoluto. Los israelitas terminaron en una fiesta acostándose con mujeres, alcoholizados, adorando y haciendo sacrificios a otros dioses.
Dios no negocia con el pecado. Las invitaciones no son pecado, que nos tengan en cuenta no es pecado, sentirnos valorados tampoco lo es. Lo que sí es pecado es acceder a ellas sabiendo que vamos a exponernos a un sinnúmero de tentaciones de las que muy difícilmente podremos salir. No subestimes al diablo, el sí que conoce nuestro punto débil.
Dios nos da la sabiduría y la capacidad de discernir y evaluar a dónde y con quienes juntarte, si ir o no ir a esa fiesta, a esa juntada, a esa reunión que al parecer es indefensa. ¿Está mal ir? Claro que no. Pero si sabes que en ese lugar hay cosas que van en contra de lo que Dios quiere, ¿a qué vas?
Encajar no es una excusa. Las frases «un poco y nada más», «una vez más y nada más» en cosas que no son agradables a Dios, son pecado. Piensa, analiza, observa, anticipa, sé sabio. Las consecuencias a los segundos que cediste son eternas. Si, quizás es mucha presión, pero eres hijo de Dios y debes comportarte como tal. Jesús sacrificó su propia vida para que tú puedas tener la libertad de elegir el bien o el mal. No lo echemos a perder.
«No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta». Romanos 12:2.
¡Hola! Soy Natalia Kaukian. Hija menor de un papá pastor y una mamá médica. Uno ayuda con las heridas físicas, el otro con las heridas espirituales. De ese combo nací yo, Nati de “@milla.extra”. Docente, casada con un músico, recientemente mamá y, por sobre todas las cosas, cristiana… cristiana por convicción.
