Hace un tiempo realicé en mis redes sociales un posteo, expresando mi inconformidad cuando multaron excesivamente al jugador del club Defensa y Justicia (Argentina), Braian Romero, por mostrar una camiseta con la leyenda que dice «La Gloria a Dios» en pleno partido.
El futbolista, en varias entrevistas, daba muestra de su fe y de cómo Dios lo había sacado de situaciones extremas (incluida una lesión que estuvo a punto de hacerle dejar el deporte). La vida de Braian se convirtió, desde aquél entonces, en un agradecimiento vivo a Dios y no deja de expresarlo. Una de las costumbres que tiene el joven jugador del equipo de Florencio Varela, es festejar sus goles levantándose la casaca para que debajo de la misma se vea otra cuya leyenda dice «La Gloria a Dios».
No es la primera vez que un futbolista lo hace. Antecedentes hay muchos y reacciones también. Como las de la FIFA, que dispuso en su reglamento que ningún jugador puede exteriorizar su fe o su pensamiento político durante el juego. Esta norma se extiende a otro tipo de manifestaciones, como el apoyo de determinadas causas. Fue «inolvidable» aquella sanción impuesta al futbolista español Mejía Ruiz cuando lució una camiseta alusiva a la lucha contra el cáncer infantil. Pero en la práctica, se dan situaciones que debieran ser penadas y el ente que rige en el fútbol mundial mide cada caso con vara diferenciada.
El de Braian Romero, pareciera ser un caso en el que la CONMEBOL (el ente que rige el fútbol en Sudamérica y que, por supuesto, está alineado a la FIFA) quiere ponerlo como ejemplificador para «dejar un mensaje». La friolera cifra de 15.000 dólares de multa para un jugador de un equipo humilde de la provincia de Buenos Aires y una posible sanción de partidos de inhabilitación, son las penas que se están barajando (tal vez al leer esta nota, ya se haya ejecutado).
Este tipo de medidas se extiende a otro tipo de manifestaciones, no solo religiosas. Sino también de causas que exceden lo futbolístico. Pero, tanto la FIFA como la CONMEBOL son capaces de romper sus propias reglas si el humor social así lo dispone, o si esa causa obedece a ciertos órdenes mundiales frente a los cuales hay que agachar la cabeza.
Conocido es el caso de George Floyd, el manifestante afroamericano de 46 años que murió de asfixia luego de que un policía haya apoyado su rodilla sobre su cuello en una detención realizada en la ciudad de Minneapolis, EE.UU., el año pasado. Muchas expresiones de repudio se realizaron alrededor del mundo. Y el ambiente del fútbol no fue la excepción. En Alemania, la federación de fútbol quiso sancionar a tres jugadores que habían salido al campo de juego con leyendas de repudio por aquél hecho. Pero la FIFA la detuvo y luego, cual efecto dominó, el universo del balompié se hizo eco y hasta se oficializó en la Premier League (Inglaterra) mediante una campaña que hasta puede verse en las transmisiones televisivas y que comprende, además, unos segundos previos a cada partido, una conmemoración de todos los futbolistas apoyando una rodilla al suelo para visibilizarla.
Ellos dos (entre otros) decidieron quitársela (en el caso de Cavani, fue en medio del partido) y hubo críticas al respecto. Hasta se hizo una suerte de «persecución» por parte de algunos medios que dedicaron artículos a identificar a aquellos jugadores que no usaron el brazalete.
Me parece bien defender las causas de las minorías, más allá de que ideológicamente estén en las antípodas de lo que uno cree. Pero es notable cómo se mide con diferente vara a quienes pretenden hacer lo mismo defendiendo o exponiendo la fe cristiana. Todos tenemos los mismos derechos de ejercer lo que queramos, incluso de difundir la fe en cualquier ámbito en el que uno se desenvuelva -siempre que esto no altere la tarea que se está desarrollando- y de que nadie discrimine por eso.
Por supuesto, no se hace aquí un juicio de valor respecto al repudio por lo que pasó con Floyd ni tampoco en el apoyo a una minoría que se siente discriminada. Eso está fuera de discusión. Pero sí hago hincapié en la doble vara de ciertos organismos que, según la conveniencia política o económica, cambian las reglas. Y no deja de pesar el hecho de que muchas de las cuestiones ideológicas que vienen inundando al mundo a paso agigantado, hacen que todo se contraponga a Dios o a aquello que lo represente. Mientras en estos casos la vara se flexibiliza, cuando se trata de promover la fe cristiana, se pone rígida.
Escrito por: Damián Sileo, periodista.
Director de Reactivoz | Comunicador | CM | Diseñador Gráfico.