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¡No te olvides de sacar la basura!

En el lugar donde vivo, sacar la basura de las casas tiene su horario. Se puede sacar todos los días menos los sábados (los sábados no pasa el camión recolector) y el horario debe ser de 7 a 9 PM. No siempre la gente lo respeta, pero así tendría que ser.

Hace algunos años, cuando me mudé, no tenía muy en claro estas condiciones (no son iguales si uno vive en la Capital o fuera de ella), pero más allá de eso, quiero contarte algo que me sucedió.

En nuestra casa tenemos un pasillo que comunica el fondo de la casa con la entrada. En un tiempo, en ese pasillo poníamos las bolsas cuando había que sacarlas o no había más lugar para seguir tirando cosas. Las cerrábamos y las dejábamos ahí hasta que sea el horario de dejarlas en el cesto en la calle. La realidad fue que terminamos acumulando un montón de bolsas porque nos olvidábamos o no llegábamos a casa para el horario de recolección y las bolsas iban quedando en el pasillo. También nos pasó que mi esposo pensaba que yo la había sacado, y yo pensaba que él las había sacado… y claramente no lo hacía ninguno de los dos.

No es un pasillo que frecuentamos todos los días, así que me di cuenta de que las bolsas estaban ahí cuando empezó a haber mal olor. No eran muchas, pero llevaban algunos días y comenzaron a despedir un fuerte olor a podrido.

Primero, me dio bronca, me enojé con mi esposo (como si eso no dependiera de mí también); había un claro problema de comunicación y de desorganización, así que lo conversamos y nos pusimos de acuerdo. Parece una tontería, ¿no? Pues, no lo es. A día de hoy nos seguimos preguntando: ¿sacaste la basura? Dicen que de los errores se aprende y lo aconsejo sobre todo cuando hay pañales en la casa.

Puedo sacar muchas conclusiones de esta simple anécdota cotidiana, pero en ese momento pensé en lo siguiente: hay cosas de nuestra vida que nos pasan y que las acumulamos, las derivamos «al pasillo» para no verlas todo el tiempo, pero siguen dentro de casa y siguen ocupando lugar. Quizás en el momento las superamos o no nos pesan tanto, pero las seguimos sumando a una lista innumerable de cosas que nos dolieron, no nos gustaron o rechazamos. Y seguimos acumulando, arrastrando y esquivando. Hasta que empieza a «largar olor».

Y ahí es cuando nos damos cuenta que algo no está bien. Que el tiempo no siempre cura, que dejarlas pasar no siempre hace que sanen, y que, a veces, es mejor volver a sentarnos y hablarlas con Dios para que nos ayude a sacar lo que nos hace mal. Es el mejor lugar donde puedes sacar todo lo que tienes; puedes llorar, gritar, contarle absolutamente todo para eliminar «el olor» que nos molesta y que, en algunas situaciones, vuelve y vuelve sin que sepamos bien porqué o de dónde.

Las heridas no las cura el tiempo, las cura Dios. Por eso, te animo a dejar de acumular sentimientos, emociones o situaciones: rencor, dolor, perdón, heridas, personas, tristezas. Háblalo, sácalo, exprésalo con quien te sientas cómodo (amigos de la iglesia, líderes, pastores, etc.), y con Dios, claro. Nuestros sentimientos son válidos pero no pueden condicionarnos. Haz lugar para lo nuevo que Dios tiene para tu vida. Es la mejor forma de eliminar completamente la acumulación de cosas que no nos ayudan a vivir plenamente en Su voluntad.

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